Todas las mañanas se miraba al espejo y con desconcierto veía el lunar situado en un lugar distinto al del día anterior. Ora en la mejilla izquierda, ora en la derecha. A veces rozando el labio superior y otras en el mentón. Pasadas las horas, se deslizaba hacia el cuello. Hasta que cierta vez se ausentó del rostro y fue a posarse en el borde del oído, como una perla negra en su concha dorada. Tenía la sensación que él le susurraba suavecito. Pero luego desapareció, misterioso.
Desde hace un tiempo, ella oye voces en el interior de su cabeza. Sospecha que es el andarín que se ha metido en el hueco, penetrando en el intrincado laberinto de sus fantasías más profundas y desde allí, cosquillea sus pensamientos para que hablen en voz alta. Los demás dicen que ella es una lunática. Ella, sólo espera que el pequeñín se decida a salir de su escondite.
Mención honorífica del Concurso LXXII - septiembre 2005, del Taller de Minicuento de Ficticia
5 comentarios:
Deliciosa historia. Quizás, digo quizás, podría terminar en ..."que hablen en voz alta". Quizás la frase que sigue podría ser el título...
Bellísimo, Elise, y, además, muy original. Me ha encantado.
Saludos.
PD. No es malo el apunte de Miriam.
Miriam y Gabriel, muchas gracias, tendré en cuenta. Besos a ambos.
Muy buena historia, me gusta!
qué buen comienzo
Me ha sorprendido la simpatía del lunar, es coqueto, espontáneo, será porque tiene algo de luna?... un abrazo y un beso Rub
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