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Adelante visitantes:

Encontrarán aquí ficciones breves, cuentos brevísimos que he venido escribiendo, la mayoría en el marco del "Taller de La Marina de Ciudad Ficticia" que ha sido y es mi hogar literario desde hace muchos años. Sean ustedes bienvenidos a leer y comentar.

martes, 8 de noviembre de 2011

La cartonerita


Luego de una agotadora jornada, y mientras el agua se calienta para tomar unos mates, la familia descansa alrededor de la mesa. Cada uno va mostrando el tesoro del día. Paula, con el rostro iluminado, exhibe un par de tacos altos casi sin uso.

sábado, 8 de octubre de 2011

Sones profanos



Le llamó la atención el bullicio y salió presuroso a poner orden. Alarmados por su presencia, le fueron abriendo paso hasta aquel ángel que recién había retornado de la tierra trayendo consigo un souvenir. Sus pequeños pies calzaban tacos altos y se quejaba por tener que pisar sobre nubes. Los zapatos allí en el cielo, no hacían ese delicioso sonido, como cuando caminaba por las aceras del planeta azul.  

El Altísimo, consternado, se agarraba la cabeza.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Vuelo astral



"¡Ahora vuelvo!" exclamó mientras huía de su rutina de trastos sucios y ropa para lavar. Giró sobre sí misma en espiral ascendente y se fue abriendo camino entre millones de moléculas agitadas que fulguraban a su paso. Alcanzó la ubicación que deseaba y fuera de la gravitación terrestre, se dispuso a esperar que en el planeta azul se produjera el equinoccio de primavera.




sábado, 17 de septiembre de 2011

Galanteo en ropa de trabajo


 Lo encuentro como siempre, con el escobillón en las manos, extasiado frente al lienzo. Entonces acentúo las pisadas para que advierta mi presencia, y reanuda con prontitud su tarea.
Al pasar delante de la pintura, siento la intensa mirada de reproche de la joven del cuadro. Prosigo mi camino perturbada, porque he vuelto a interrumpir el sublime momento que acontece por las mañanas, entre el muchacho de la limpieza y ella.

Minificción ganadora del Concurso XLIX - octubre del 2003, del Taller de Minicuento de Ficticia. 
Publicada en La Jornada Semanal, domingo 19 de septiembre de 2004 núm. 498 y en Ficción Mínima, 14 de junio de 2009

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Nora



Salió de la casa dando un portazo y, con el equipaje a cuestas, recorrió, muy abatida, las calles de Oslo. Luego de horas deambulando, decidió ir en búsqueda del escritor hasta el Gran Café, allí donde él pasaba gran parte de las horas.

—Querido Henrik, es demasiado lo que me pides. Por favor, cambia el final —suplicó con lágrimas en sus ojos.

En vano él quiso persuadirla utilizando argumentos que la mujer apenas llegaba a comprender pero, al advertir que no la convencía, Ibsen, exclamó ofuscado:

—¡Deberás cumplir con ese desenlace o la editorial no me publicará la obra! —Y sin más vueltas continuó con sus escritos.

Fue un instante esclarecedor. Ella se levantó sin prisas, mirada desafiante, dispuesta, ahora sí, a tomar sus propias decisiones.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Cuesta abajo

Abandonó la esquina del  bar La Unión pasada la media noche y se encaminó por las callejuelas de Retiro. Sentía frío pero no se prendió el abrigo, tal vez algún provincianito que  recibió la paga de la quincena, se viera tentado por sus pechos prominentes y caderas anchas. Se detuvo en la vidriera de una zapatería y su mirada se fue hacia esos, tan parecidos a los que su vieja usaba en invierno. Los pies le dolían y tenía un agujero en la media, justo en el dedo gordo que chocaba contra la punta de cuero de sus tacoaguja. Siguió caminando.
Tras un rápido ejercicio mental sumó la plata que guardaba en la cartera. Le alcanzaba para un bife a caballo y una botella del vino de la casa. Decidida entró al restaurante. Mañana será otro día, se dijo mojando el pan en el huevo frito. De  postre panqueques al ron: le fascinaba el fueguito azul que desprendían las manzanas ardientes. Después, café, coñac y un faso que aspiraba con fruición para arrojar el humo mientras contemplaba  las volutas intoxicadas de recuerdos.
 Dormitaba cuando se arrimó el mozo con la adición. “Señora…” dijo, levantando cada vez más la voz hasta que se atrevió a tocarla. Un golpecito en el hombro y ella se desplomó sobre el piso. Nunca más abrió los ojos.

miércoles, 17 de agosto de 2011

A solicitud de la interesada

Quiero cambiar mi nombre dijo entrecortada y tímida.
Bien, explíqueme los motivos y comenzaremos el trámite le contesté tratando de que la entonación de mi voz no se comprometiera con lo que acontecía. Le sorprendió mi respuesta y advertí su desconcierto. Luego de un ligero intento de levantarse de la silla quedó en silencio y absorta por varios segundos, con la mirada fija en un punto en el vacío.
Parecía que sus ojos iban a romper en llanto. Su voz frágil conjugaba con el nombre: Josefina. Era una mujer de rasgos afables y movimientos delicados a no ser por esa renguera que la polio le dejó en su niñez.
De repente, decidida, giró el rostro hacia mí  y comenzó su relato:
En mi habitación tengo un espejo de cuerpo entero que, por mucho tiempo, apenas si me atreví a mirarme en él. ―Sus mejillas se fueron coloreando.
»Pero un día, me senté frente a él, fui recogiendo mi falda y al cruzar las piernas, una de ellas quedó semioculta detrás de la otra dijo ya más tranquila.
»Ese día, contemplé mi pierna sana, la que no quedó atrofiada y, con sorpresa, comprobé  que era bonita. ―Respiró profundamente.
No pude más que admirar su valor para contarme un momento tan íntimo.
Desde entonces me ilusiono imaginando que ambas lo son y agregó muy conmovida: ¡Tanto como las de Marilyn!
Dicho esto su semblante se iluminó dejándome adivinar que ése sería el nombre que deseaba tener.
¿Y el apellido también quiere cambiarlo? pregunté expectante.
¡No, no! el apellido está bien dijo para mi sorpresa mientras su boca me regalaba una sonrisa encantadora.
Vi partir a Marilyn de la Gamba y me pareció que ya no rengueaba tanto.

martes, 9 de agosto de 2011

Alma de loca

Con premura, temblor de piernas y taco aguja camina en devaneo delicado, esquivando los charcos que la lluvia depositó sobre la baldosa. Oye el repiquetear de sus propios pasos y la brisa le devuelve el aroma de su pelo. El carmín dibuja una boca carnosa y sus ojos de pestañas bien arqueadas refrenan una lágrima traidora.

Se detiene. Respira hondo. Una puerta se abre a su paso. En la oscuridad, alguien toma su cintura y juntos suben por la escalera mal iluminada, mientras los dedos de esa mano juguetean su espina dorsal.

Acordes de un piano, voces y jolgorio, lámparas de luz tenue, sillones de terciopelo y gatos de porcelana en un ambiente cálido y aromatizado al tabaco y perfumes caros.

Casquivana, reina y mundana, acepta la copa de champán, que bebe con descarado gesto sensual, entre  risas bulliciosas y miradas lascivas.
El frío de la tarde gris desaparece tras el cristal.

La música se filtra poco a poco en su talle milonguero. El tango se aferra a ella seduciéndola en abrazo  virulento y ella se abandona a la caricia ardiente y voraz. El tango susurra sus oídos. Alborota su sangre. Roza lúbrico sus piernas. Contornea su cadera estrechándola en cada giro. Fricción y latidos. Los ojos de ella brillan tango. Huele a tango su boca de labios oferentes. Chorrea tango su cabello suave. Tango baja por su cuello. Sube tango por sus piernas. Tiemblan tango sus senos tibios. Su risa se vuelve tango y entrega tango su piel jugosa, linda y fatal.

Afuera…, es noche y llueve tanto…



Minificción publicada en La Jornada Semanal, domingo 19 de septiembre de 2004 núm. 498

viernes, 5 de agosto de 2011

Amalgama

pintura de Diego Dayer

Pandora pertenecía a esa estirpe de mujeres que no tenía predisposición al miedo ni a la obediencia divina. Indómita e indiscreta abrió la caja prohibida. Contenía una roja y reluciente manzana que golosa devoró.


Minificción ganadora del Concurso XXXVIII - noviembre 2002, del Taller de Minicuento de Ficticia
Publicada en Ficción Mínima, 14 de junio de 2009

miércoles, 3 de agosto de 2011

Sol de otoño

Se observa con cuidado en el espejo, aplica crema humectante sobre el rostro y lo cubre de maquillaje; pasa el corrector de ojeras; ruboriza las mejillas y acaricia la tersura de su piel. Colorea los ojos en la gama del azul; dibuja una línea negra a su alrededor; unta con máscara las pestañas y comprueba que su mirada se ve sugestiva. Con el rouge dibuja unos labios carnosos y ensaya una sonrisa provocativa; da un toque marrón a las cejas y ahora sí está lista. Se contempla nuevamente de cuerpo entero, hace delicados mohines al cristal, otorga con un polvo rosado su último retoque al mentón y la nariz. Por último unas gotas de perfume detrás de las orejas y en las muñecas. Mira el reloj y comprueba que llegará cuarenta minutos tarde a la reunión de trabajo. Pero no importa, ella se siente diez años más joven para enfrentar la vida.

sábado, 30 de julio de 2011

Alimento matinal

Por las mañanas aún con la taza de café humeante en su mano, abre los postigos para que el sol entibie la habitación. Ansioso, espera a que la mujer de tacos altos, que repiquetean sobre la baldosa de su vereda, pase frente a la ventana. Su corazón danza irreverente a medida que el golpeteo se aproxima y solo él puede oír las pisadas entremezcladas con el bullicio de la calle. Entonces como un aletear de palomas, se presenta el instante que tanto aguarda, ahí mismo, tras el cristal... Respira profundo y retiene el aire hasta que el sonido se aleja. Cuando ya no lo distingue, se dirige al sofá y, apoltronado, sin cerrar los ojos, imagina un campo de tréboles floridos por donde la dueña de los zapatos y él, a pesar de su ceguera, corren descalzos.

miércoles, 27 de julio de 2011

Confusiones



El hombre de sus sueños se le apareció a Gregoria, la lavandera, con un anillo de diamantes.
El hombre de sus sueños se le apareció a Eleonora, la niña de la casa, traía una vasija de leche, y miel para untar el pan.
La mujer de manos ajadas, al ver en su anular la joya y en la mesa de la muchacha el néctar, dijo: 
—Señorita, volvamos a soñar, yo no quiero esta piedra —ambas estuvieron de acuerdo. 
Y al despertar de la siesta, exquisiteces cubrían el mantel de Gregoria; oros y brillantes, el cuerpo de Eleonora. 
No se puede confiar en los hombres de los sueños, equivocan muy fácil la dirección.


Publicada en la revista digital La Esfera Cultural, el 4 de agosto 2011 

viernes, 22 de julio de 2011

Sumisión


–¡Desnúdate! –ordenó el hombre.
La mujer se quitó con lentitud la ropa, luego la piel.


Publicada en La Jornada Semanal - Domingo 5 de junio de 2011 Num: 848, en la revista digital La Esfera Cultural el 29 de julio de 2011 y en Ficción Mínima 15 de junio 2009